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domingo, 27 de febrero de 2011

El muchacho amarillo,Rafael Pérez Estrada

El muchacho amarillo, Rafael Pérez Estrada

Aguardando en lista de correos un extraño paquete, descubro junto a mí a un joven chino.  
Nacidos del marfil, los muchachos orientales tienen sueños de pájaros; y este que el azar ha puesto a mi lado, debe tener pensamientos de seda. Qué espera, me pregunto curioso en tanto la imaginación me sugiere un envío de humo, y la memoria recupera un instante de mi infancia cuando en las mañanas del verano un joven chino, un hijo del exilio, se hacía transportar hasta la orilla del Mediterráneo en un palanquín.  
Era una gota de sangre entre tanto Sorolla. Un preceptor solía dibujar extraños ideogramas junto a él, en tanto que un eunuco le arreglaba los pliegues de su túnica, en cuyos hilos, la historia había bordado la saga de su familia que era la misma Historia.  
En ocasiones lo veía mirar con indiferencia aparente el burdo armazón de las cometas occidentales. Un día, quizá Como respuesta, la servidumbre soltó un vuelo de palomas que en el aire se convirtieron en fuegos de artificio. También lanzaron con cerbatanas muy finas pequeños paracaídas que al descender cubrieron la arena con luces de colores.  
Sólo le vi conmoverse cuando la anciana nodriza le dejaba jugar con un pequinés al que todas las mañanas -con grave escándalo de los veraneantes- una peluquera local retocaba su teñido, un malva muy intenso. Se comentaba de la inteligencia de este perro, de su carácter sagrado y de las cualidades adivinatorias que le adornaban.  
Nunca el extraño muchacho entró en el mar. Se contentaba con derramar en las aguas pigmentos de tonos suaves, y esperaba ver dibujarse en las olas dragones y quimeras.  
Lo odiábamos con ternura, con rabia y con ternura, o quizá sólo con rabia, hasta que una tarde, ya inicio del otoño, estando la playa sola, el muchacho se alzó de su pedestal, y haciendo un gesto al eunuco, éste (indiferente al poder de la belleza corporal, ajeno a las caricias y al deseo) se apresuró a desnudarle. Libre de toda vestidura, era como una flor pendiente en su rareza de recibir el nombre de un botánico; y también era corno la gota que resbala en el espejo tras la ducha. Sólo yo fui testigo de tamaña osadía, y me conmoví, no por la gracia esquemática de su cuerpo, ni porque un tatuaje (unos versos que él mismo tradujo) orlase sus pezones de niño, ni siquiera por la desnudez de su pubis adornado con una cinta púrpura, sino por la manera que tuvo de entrar en el Mediterráneo. Lo hizo como si quisiera devolverle a Venus el cumplido por nacer de la espuma del mar.
Días después lo vi partir en una caravana de coches lujosísimos. Nunca más supe de él, hasta que, pasado el tiempo, alguien en París, una noche perdida hablando de las cosas que se adornan de polen y rompen las costumbres y duelen y son inmemoriales, me explicó cómo una carta envenenada acabó con la vida de este joven.

Rafael Pérez Estrada

Breve reseña sobre su obra

Escritor de fantasía desbocada, Rafael Pérez Estrada nació en Málaga, España, en 1934. Es autor de gran cantidad de libros que destacan por su exquisita sensibilidad y por el uso de un lenguaje casi mágico. Pero todos ellos son de escasa tirada (Bestiario de Livermoore, por ejemplo, 250 ejemplares), por lo que Pérez Estrada puede ser considerado un escritor de culto.  
En 1968 publicó su primer libro, Valle de los galanes, al que le siguieron varios textos de teatro, poesía y narrativa de vanguardia. Estos son algunos de ellos: Conspiraciones y conjuras (1986, finalista del Premio Nacional de Literatura), Siete elegías mediterráneas como siete pecados capitales (1987), Bestiario de Livermoore (1988), finalista del Premio Nacional de Literatura), Jardín del unicornio (1989), Inventario de gemas crueles (1989), Tratado de las nubes (1990), Los oficios del sueño (1991), La noche nos persigue (1992), La sombra del obelisco (1993), El domador (1995) y su primera novela, Ulises o el libro de las distancias.
Tal como se afirma en la edición de El ladrón de atardeceres una serie de cuentos brevísimos, casi como poemas en prosa- su obra, que combina distintos géneros (desde el luminoso aforismo hasta la novela desarrollada en unas pocas líneas) y las más diversas temáticas (desde los bestiarios hasta la erudición fantástica), se apoya únicamente en la imaginación pura, en la fantasía verbal y en una visión de la realidad gozosamente reinventada.  
Así es como los relatos de El muchacho amarillo (2000) su último libro, se desarrollan en un mundo donde se dan sueños de pájaros y pensamientos de seda, donde aparecen creadores de sueños, cazadores de gritos o hacedores de sobras.  

El muchacho amarillo pertenece a El muchacho amarillo, Plaza  Janés, Barcelona, 2000.
 

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